Nos trasladamos en el tiempo a hace muchos años atrás, cuando la mujer no era reconocida como el gran pilar que es, con ese potencial natural capaz de todo, con la igualdad y libertad debida, por la que aún hoy seguimos luchando.
Volvemos a un tiempo más cercano, en un viaje que me llevó a Toledo. Una cafetería de bonitos colores llevada por mujeres, sirviendo bizcochos, café, té… aromas que se quedan dentro de forma entrañable, con esas tapitas de sencillez cotidiana que tanto gustan, su nombre, Malquerida de la Trinidad.
Sabéis cuando viajas y sientes que vivirías en ese lugar, o estáis en un local y te nace la proposición de un sueño ¿creando algo bello que ofrecer?
Y otra vez volví en el tiempo a mis antepasados, recordando a mi abuela que se quedó viuda tan joven, sin opción de recuperar su vida, sin poder volver a sentir calor, a ser feliz, por las falsas creencias de lo mal visto, por no avergonzar a la familia, por ser como estaba marcado ser, un luto de por vida, por los terribles temas sociales, que me marcaron tristemente por estar en primera fila, viendo su vida pasar sin alegrías.
De este sentimiento llegó Malkerida, en nombre de todas las mujeres que pudiendo sentirse amadas, respetadas y valoradas, vivieron en silencio entre sus cuatro paredes.
Y así como llegó el nombre nació la ilustración de un amigo y gran tatuador, dando vida a la bella mujer de los años 60, que alumbra la pared del local, atrayendo nuestro mirar admirando su elegancia intocable.
Viktoria Vladimirova Stoeva